¿Puede tener un vídeo de estética hortera capacidad para enfrentar a dos países? Gangnam Style, la popular canción coreana que se está convirtiendo en un fenómeno mundial (las parodias y las versiones están floreciendo ahora mismo como la espuma y es ya la primera canción más popular de Reino Unido y la segunda de Estados Unidos), lo ha conseguido: Japón y Corea del Sur están a la gresca por el efecto viral (o no) del popular videoclip.
La historia empieza este verano. Psy, un cantante pop coreano, estaba convirtiéndose en un auténtico boom en la zona con una canción que parodia el estilo de vida de Gangnam, el barrio pijo y caro de Seul. A pesar de que la letra está en coreano y no ha sido traducida al inglés en ningún momento, la sintonía dio el salto a Estados Unidos, consiguió incluso algún artículo profundo analizando las razones del boom, adelantó a Justin Bieber en reproducciones y se convirtió en una de las canciones más repetidas en el país. De Estados Unidos, dio el salto al mundo.
Psy se había convertido en un boom de YouTube y todo el mundo (absolutamente todo el mundo, Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Google, incluido) bailaba la coreografía equina que acompaña al hit. La canción lleva ya 531.984.265 reproducciones en YouTube, aunque es posible que cuando se publique este artículo en unos minutos esos números ya estén obsoletos. La sintonía es pegadiza, el cantante tiene un extraño carisma y el vídeo es tan ridículo (hay hasta una explosión digna de una película de acción) que tenía todas las papeletas para arrasar en YouTube.
Y mientras los artículos que intentan explicar las razones de su éxito se suceden, un país permanece ajeno al encanto decadente de Psy. Japón ha pasado de Gangnam Style, que no ocupa ninguno de los diez primeros puestos de ventas en música. De hecho, en el país del Sol Naciente hay quien se pregunta si el mega éxito global de la canción no será, en realidad, una mentira. La teoría de la conspiración empieza a tener presencia en los blogs musicales de Japón, que apuntan los registros de visualizaciones en YouTube son en realidad una falsificación. Programas informáticos de visionado automático de contenidos son quienes, en realidad, han estado viendo las imágenes.
Corea del Sur no se lo ha tomado muy bien. El presidente del Instituto de Investigación sobre el Pop Coreano, Han Koo-hyun, ha incluso señalado que se trata de “unos celos dignos del patio de un colegio”, como recoge Le Monde. Han Koo-hyun ha quitado credibilidad a las acusaciones de los japoneses.
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