Hace tiempo escribí una carta a los Reyes magos. Llámenme ingenuo pero lo cierto es que siempre me ha gustado mantener viva la ilusión y la fantasía que de niño me inculcaron cuando llegaban estas fechas. Es como una especie de ritual donde uno sintetiza sus más profundos sueños y deseos con la esperanza de que se cumplan. Sin embargo, al poco tiempo, aquella carta me vino de vuelta. Ni siquiera había llegado a su destino. Claro, me olvidé con eso de la fantasía, que los de la oficina de Correos nunca tomarían en serio eso de hacer llegar la...
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