Cómo hemos cambiado. Si hace aproximadamente cuatro años nos parecía un regalo del cielo que YouTube, el canal online de vídeos perteneciente a Google desde 2006, pusiera a nuestra entera disposición películas gratis y de manera legal, hoy en día, las prácticas de piratería en España en detrimento obvio de nuestros productores de cine obligan a idear pactos que regulen el consumo de estos contenidos culturales y que aseguren una correcta retribución a sus creadores.
Sin ir más lejos, esta misma semana se anunciaba en la Academia de Cine en Madrid un acuerdo entre YouTube y EGEDA, la entidad de gestión de derechos de los productores audiovisuales en España y Latinoamérica presidida por Enrique Cerezo, destinado a velar por la propiedad intelectual en Internet. Según el convenio, EGEDA pone a disposición de sus socios la herramienta de YouTube Contend ID, la cual permite gestionar el contenido subido a esta plataforma audiovisual. De esta forma se pretende ayudar a los creadores españoles a proteger sus obras, dándoles el control sobre ellas en Youtube y también la posibilidad de generar ingresos mediante la inserción de publicidad en los vídeos. A partir de ahora los productores podrán bloquear sus películas en Internet, evitando así la descarga gratuita y ejerciendo mayor control sobre la exposición de sus trabajos en el conocido canal.
Si para EGEDA esta alianza supone un avance a favor de los derechos del creador, para YouTube, y como señala su directora de alianzas estratégicas, María Ferreras, es un paso hacia delante más en el camino que deben recorrer juntos cultura y tecnología. Con más de mil millones de usuarios únicos al mes y seis mil millones de horas de vídeo reproducidas mensualmente, YouTube es un escaparate de lujo para las creaciones de los productores que opten por disponer de él y también una garantía de respeto a la propiedad intelectual gracias a herramientas como Content ID. Según Ferreras, este sistema permite al propietario del contenido saber en cada momento si hay usuarios que están subiendo parte de esas películas o incluso la película entera a YouTube. Dada esta situación, el creador tiene tres opciones de actuación: el bloqueo de un vídeo determinado, realizar un seguimiento del vídeo o su monetización, es decir, dejar que genere ingresos por publicidad.
En este “ecosistema” que comienza a perfilarse, tecnología y cultura trabajan por mantener el equilibrio entre los derechos de autor de los que hace muy poco hablábamos en TICBeaty los del consumidor, descubriendo nuevas oportunidades culturales y económicas; como apunta Ferreras: “Permitiendo un acceso universal a obras cinematográficas españolas… y generando nuevas opciones de explotación comercial de esas obras”.
Parece que este tipo de iniciativas y colaboraciones entre entidades puede constituir las bases legítimas de un consumo responsable de los contenidos culturales. Si la industria cultural ha encontrado en la tecnológica un aliado potente con el que enfrentarse a la piratería, entonces solo nos queda esperar que se firmen más pactos con este mismo propósito.
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