La Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) y el Cuartel General de Comunicaciones del gobierno británico (GCHQ) son capaces de espiar y vigilar los datos que los ciudadanos comparten a través de aplicaciones móviles de uso masivo, como Angry Birds o Google Maps, según documentos de alto secreto filtrados por Edward Snowden al New York Times y a The Guardian.
Pese a que no se sabe cuántos usuarios pueden haberse visto afectados por estas prácticas, lo que sí parece claro es que los datos recopilados por las aplicaciones móviles tienen un alcance mucho mayor que los que se suelen tomar de las cookies de cualquier navegador normal de Internet. Las agencias de espionaje aprovechan los agujeros de seguridad que muchas de estas apps tienen para hacerse con información destinada, en principio, a fines comerciales. Ambas agencias se han apresurado en asegurar que solo han recogido datos de ciudadanos que son “objetivos válidos de seguridad”, de acuerdo con las leyes de sus países.
La información que las aplicaciones recopilan, que es decidida por sus desarrolladores o por sus anunciantes, va desde el modelo de terminal, el identificador y el sistema operativo hasta el código postal, sueldo, estado civil, número de hijos u orientación sexual de sus usuarios.
En el caso concreto de Angry Birds, que, probablemente, sea, con 1.700 millones de descargas, la aplicación más usada, los datos recopilados son el modelo exacto de terminal, su identificador único (el IMEI, algo así como el DNI de los móviles), la versión de software que utiliza y otros detalles técnicos. Es decir, que sin desvelar su nombre y sus apellidos, muchos usuarios ya han proporcionado información que los identifica y los distingue perfectamente de otros.
Otro ejemplo es el de Google Maps, una de las aplicaciones de ubicación más utilizadas. Los informes del GCHQ y de la NSA trabajan con ella desde 2008 para construir una base de datos que permita geolocalizar casi cada terminal del mundo, y lo hacen, también, en otras tareas aún más sofisticadas, como la de recopilar todas las búsquedas que registra el buscador de Maps, con el fin de recoger aún más información sobre ubicaciones de los ciudadanos. Los resultados de este trabajo han sido tan satisfactorios para ambas agencias que, en un documento del GCHQ fechado en 2008, se afirma que “cualquier usuario que utiliza Google Maps en su smartphone trabaja para el GCHQ”. Sin saberlo, claro.
La mayoría de los usuarios no son conscientes de que la información que proporcionan al descargar una aplicación en su terminal y registrarla con sus datos o, simplemente, utilizarla, puede ser captada por agencias gubernamentales de espionaje. Ni tan siquiera los más conscientes de su privacidad conocen el alcance que tiene lo que hacen en sus móviles.
Las aplicaciones móviles se convirtieron en la herramienta perfecta de las agencias gubernamentales de espionaje de Estados Unidos y Gran Bretaña hace ya algunos años, aunque no lo hayamos sabido hasta ahora. Documentos desclasificados como una diapositiva de la NSA en la que se define como “un escenario perfecto” el momento en el que un usuario sube una foto a una red social con la geolocalización activada o la suerte de Wikipedia en la que el GCHQ explica qué tipo de datos proporciona cada app así lo confirman.
Foto cc: steefafa
from TICbeat http://ift.tt/1b4VTG9