2010. Los doctores Waldispuhl y Blanchette, del Centro McGill de BioInformática lanzan un juego flash llamado Phylo, una herramienta que usaba la capacidad de reconocimiento de patrones de sus jugadores para resolver problemas de múltiples alineaciones se secuencias genéticas. Al cabo de un año, sus 17.000 jugadores les habían aportado un total de 350.000 soluciones que sirvieron para mejorar la comprensión de ciertas enfermedades como el Alzheimer, la diabetes o el cáncer.
2011. Los jugadores de Foldit, un juego de rompecabezas sobre el plegamiento de proteínas basado en la tecnología de computación distribuida de Rosetta@Homme, resuelven en 3 semanas la estructura de una enzima que causa una enfermedad similar al SIDA en los monos. Una enfermedad en la que los investigadores habían estado trabajando 15 años.
2012. Los jugadores de un juego astronómico llamado Planet Hunters encuentran, en imágenes procedentes del telescopio Kepler, un sistema solar dotado de 4 estrellas que se le había ‘pasado’ a los astrónomos profesionales. En los dos años siguientes, encontraron también 40 planetas candidatos a albergar formas de vida.
2012. El laboratorio de Sebastian Seung en el MIT lanza un juego de “ciencia ciudadana con computación basada en humanos” llamado EyeWire, con el objetivo de mapear el cerebro humano ayudando a descubrir cómo se conectan entre sí las neuronas. Cuenta con 120.000 jugadores de 150 países.
La clave de esta unión entre juegos y ciencia se basa en el hecho de compartir objetivos (resolución de problemas dentro de un determinado conjunto de reglas) y método para alcanzarlos: el reconocimiento de patrones. Tal y como explica a The Guardian Erinma Ochu, neurocientífico de la Universidad de Manchester: “Nuestros cerebros están preparados para reconocer patrones y lo hacemos mejor que los ordenadores. Para los científicos es una forma nueva de trabajar, pero si aprenden a confiar en los desarrolladores de juegos para hacer lo que mejor saben hacer -programar buenos videojuegos- entonces podrán tener a miles de personas de todo el mundo trabajando en sus datos“.
Ahora, el reto de los científicos es mantener la jugabilidad de los nuevos videojuegos al tiempo que aumentan el volumen de los datos analizados. Así podrán conseguir tanto que la gente que pasa de la Ciencia contribuya involuntariamente en su desarrollo como atraer a la carrera investigadora a jóvenes que hasta ahora sólo habían visto su cara más “aburrida”.
Nota: Si no eres aficionado a los juegos de PC, puedes contribuir a la ciencia igualmente dedicándola los ‘ratos muertos’ del mismo. Aquí te explicamos cómo.
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