martes, 30 de diciembre de 2014

Drones: de luchar en la guerra a regalo de Reyes más deseado

Nuestros cielos han sido surcados, a lo largo de los siglos, por mil y un aparatos distintos. Muchos de ellos nunca llegaron a funcionar y se quedaron en simples prototipos, otros se han convertido en nuestra forma habitual de viajar (como el avión) y otros nos han permitido alcanzar la luna y explorar los confines del espacio. Ahora, una nueva especie de dispositivos parece haber invadido el aire y reclamado para sí el protagonismo cada vez que levantemos nuestras miradas: son los drones.

Podríamos definirlos como una suerte vehículos aéreos no tripulados y que pueden controlarse mediante radiocontrol o via satélite, según la distancia en que operemos.Pero lo cierto es que hay casi tantos drones como descripciones podríamos hacer de ellos: desde grandes desarrollos militares de decenas de millones de euros hasta pequeños juguetes que cuestan unos cientos de euros. Sin embargo, todos ellos comparten un mismo origen y una evolución similar con un objetivo común: transformar la manera en que interactuamos con el firmamento.

El origen de los drones en el ámbito militar

Aunque coloquialmente los denominemos drones, el nombre real de estos dispositivos es “vehículo aéreo no tripulado” (UAV, por sus siglas en inglés) y, aunque parezcan un invento del siglo XXI, lo cierto es que tienen su origen en los años 40. Es en este tiempo, después de la I Guerra Mundial, cuando dos estudiosos (Lee De Forest y Ulises A. Sanabria) presentaron su idea de un avión militar no tripulado. En esa misma década, dos proyectos prácticamente en paralelo (el X-47 y el TDN-1, ambos del ejército norteamericano) llegan a fase de producción. Normalmente se considera que el X-47 es el primer UAV en ser lanzado desde un portaaviones, aunque el TDN-1 entró en pruebas antes que su competidor. Al margen de quién fuera primero, lo importante es que por primera vez era posible que un avión despegara, circulara, ejecutara acciones y regresara sin necesidad de un piloto físico dentro de él.

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Así, las décadas fueron transcurriendo hasta nuestros días. Un período en que el los distintos cuerpos militares de todo el mundo siguieron investigando y desarrollando esos primigéneos aparatos para dotarlos de mayor autonomía y capacidad de acción. No en vano, han sido empleados en numerosas misiones reales de guerra (el primer país en usarlos en batalla fue Irán en 1980 contra Irak), tanto para funciones de reconocimiento del terreno como de ataque directo al enemigo. Estados Unidos sigue siendo la referencia en drones militares a nivel internacional, aunque prácticamente todos los países cuentan con varias unidades de estos aviones sin tripulación dentro de sus estructuras de Defensa.

El paso al mundo civil

Una vez probado su éxito en misiones militares, al permitir atacar al enemigo sin arriesgar la vida de ningún soldado propio, pronto científicos y desarrolladores del ámbito civil empezaron a analizar su implantación en distintos escenarios del día a día de nuestra sociedad.

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Así, ya a finales de los años 90 y principios de los 2000 empezaron a proliferar drones dirigidos por satélite o radiocontrol que, en manos del Estado o las autoridades competentes, ayudaban en tareas medioambientales y de conocimiento del medio que nos rodea, desde toma de fotografías para analizar mejor la orografía del terreno hasta el seguimiento de incendios, pasando por tareas geológicas, agrícolas o químicas. Actualmente, gobiernos de todo el mundo siguen empleando los drones con esos mismos fines, a los que se han añadido el control de fronteras, la gestión de almacenes (como Amazon), la lucha contra el terrorismo o incluso, como han conseguido en Holanda, a salvar vidas al llevar en apenas minutos un desfribilador a cualquier lugar de una ciudad donde sea necesario.

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Ha sido en los últimos años cuando han empezado a verse por doquier una especie distinta de drones, los más populares, esos que no guardan parecido alguno con un avión y que están compuestos de una estructura metálica o de plástico, acompañada de varias hélices horizontales en sus distintos ángulos que le permiten elevarse y moverse. Antaño reservados a productores de cine que querían abaratar sus películas grabando las escenas aéreas con estos drones en lugar de la típica avioneta, ahora son usados por aficionados de cualquier índole para grabar sus propios vídeos caseros o simplemente disfrutar de su particular vuelo.

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A nivel profesional, en nuestro país ya hay en torno a una treinta de academias que enseñan a controlar estos aparatos para el cine o la televisión. A escala del usuario de a pie, son cientos las comunidades de personas que comparten consejos, trucos e incluso quedan para hacer volar sus drones juntos. A su vez, fabricantes como Parrot, 3D Robotics o DJI se reparten este lucrativo mercado, en el que se pueden encontrar minidrones por apenas 40 euros, un dron al uso por unos 150-300 euros y drones con capacidades profesionales por menos de 2.500 euros.

El regalo de Reyes más deseado

Según varios estudios en EEUU, el mercado de drones (tanto militares como civiles) crecerá hasta los 80.000 millones de dólares en los próximos años. En Reino Unido, este 2014 se venderán más de 30.000 drones civiles, según el Daily Mail, la gran mayoría de ellos en estas Navidades.

Y es que ahora, muchos niños ya no escriben en su carta a los Reyes Magos el nombre de un muñeco de acción, ni siquiera el modelo del coche que añoran. Lo que realmente están deseando es ese dron que han visto surcar los cielos por las calles de su ciudad.






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