domingo, 1 de junio de 2014

‘The Economist’ carga contra el Internet de las Cosas

“Las expectativas son enormes: La consultora Gartner calcula que unos 26.000 millones de dispositivos estarán conectados a Internet en 2020. Otra consultora, ABI Research, sube a la cifra a 30.000 millones, mientras que [la empresa californiana de telecomunicaciones] Cisco Systems los cifra en no menos de 50.000 millones. Cisco está tan enamorado de la ‘Internet de las Cosas‘ que ha instalado un conector de conexiones en su sitio web. El 26 de mayo, el número de cosas conectadas a Internet era de más de 12.400 millones y subiendo”.

Así empieza el artículo que ha dedicado esta semana The Economist al ‘Internet de las Cosas’ (en adelante IoT, por las siglas en inglés). Un artículo que sorprende por su tono abiertamente crítico en un momento en que muchos ven este concepto como un referente tecnológico y comercial a medio plazo.

En el texto, la veterana revista de análisis económico recuerda cómo el número de búsquedas sobre el IoT se había mantenido estable hasta mediados de 2013 cuando empezó a subir como la espuma hasta alcanzar su máximo en febrero de este mismo año, coincidiendo con la adquisición por 3.200 millones de Nest a manos de Google (convirtiéndose en la mayor compra de esta compañía desde la de DoubleClick en 2007). Y evalúa las expectativas que se están creando: “Se espera un aluvión de anuncios de nuevos e ingeniosos sensores que susurrarán datos de manera inalámbrica sobre el nivel de la glucosa, de la tinta de la impresora, de la maduración de los cultivos, o lo que sea. Otros se apresuran a unirse al floreciente sector hablando de desarrollar cada vez mejores algoritmos para extraer la información útil entre la inundación de datos que provocarán los miles de millones de sensores”.

Sin embargo, la publicación no parecer considerar muy justificadas las altas expectativas depositadas en IoT: “Muchos terminarán decepcionados”, vaticina, antes de aclarar que esta tecnología no es la disrupción transformadora que muchos creen que puede cambiar nuestra forma de vivir, trabajar, aprender y comprar. “Sencillamente faltan demasiadas piezas en el rompecabezas“. Para The Economist, “la elaboración de los sensores y algoritmos son la parte fácil” pero pocos desarrolladores están abordando la parte difícil que conectaría a ambos: asuntos tan poco glamurosos como los estándares, la interoperabilidad, la privacidad y protección contra ataques maliciosos, o los derechos de propiedad intelectual. “Tardarán años en resolverse, y sólo cuando lo estén la IoT tendrá alguna posibilidad de transformar la sociedad de manera significativa”.

A continuación, pasa a citar varios casos que ejemplifican la falta de seguridad de esta nueva tecnología. Como la denuncia de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos contra TrendNet, por vender cámaras de seguridad controlables vía Internet que carecían de medidas de seguridad razonables, lo cual puso a los pies de los crackers la privacidad de 700 usuarios de la compañía. El artículo se hace eco de una advertencia obvia: “Cuando los dispositivos mecánicos son controlables vía Internet, siempre habrá un riesgo de que el control caiga en las manos equivocadas [...]. Por ejemplo, un frigorífico se puede desconectar de forma remota, un baño puede ser activado y funcionar durante un fin de semana, inundando la casa [...]. Más en serio, se pueden alterar también un suministro de insulina o los frenos de un coche”.

Sin duda, una reflexión tan polémica como posiblemente necesaria para rebajar el grado de tecnoutopismo de ciertos opinadores.

Imagen | Betsy Weber






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