domingo, 31 de agosto de 2014

La historia de Google X, la división cuasi-secreta de Google

Google X tiene su sede en un par de ordinarios edificios de dos pisos y ladrillo rojo situados a 800 metros del campus principal de Google. Los más frikis no podemos evitar que el nombre y las funciones de esta división de Google nos traiga involuntariamente a la memoria a Iteración X (la convención de magos tecnológicos -y productores de ciborgs- del juego Mago). Ciertamente, su imagen de división casi-secreta le añade un aura extra de fascinación, un hecho posiblemente intencionado por parte de Sergey Brin (co-fundador de Google y profundamente implicado, por lo que se sabe, en el desarrollo de este proyecto).

Pero el valor de Google X (‘Google [x]’, si nos atenemos a la nomenclatura oficial) está mucho más allá de su imagen mediática y de las reminiscencias subculturales que pueda evocarnos: su interés viene dado por el hecho de que una gran multinacional tecnológica decidiera en 2010 impulsar un proyecto en el que se invertirían abundantes recursos sin las limitaciones que sufrieron en el pasado iniciativas similares de investigación corporativa para construir así, en palabras del Bloomberg Businessweek, “una fábrica gigante de apuestas científicas que requieren enormes cantidades de capital, saltos masivos de fe, y la voluntad de romper cosas (…) un laboratorio cuyo objetivo es desarrollar tecnologías más propias del argumento de Star Trek, que a los típicos productos que puedan satisfacer las demandas a corto plazo de los accionistas de Google”. Google X es, posiblemente, el mayor y más caro ejemplo de pensamiento a largo plazo de la historia empresarial. Una apuesta por la innovación disruptiva sobre la incremental que el entorno académico no puede realizar por falta de fondos e incentivos, y otras grandes empresas se niegan a realizar por aversión al riesgo.

Para Bloomberg Businessweek, Google X es el heredero de las divisiones de investigación de AT&T (Bell Labs) o Xerox (PARC), cuya labor permitió desarrollar primero el transistor y más tarde la computadora personal, y que a su vez recogían el espíritu innovador de los legendarios proyectos de investigación militar Proyecto Manhattan (proyecto estadounidense que impulsó la creación de la bomba atómica) o Bletchley Park (proyecto británico que permitió a Alan Turing romper los códigos de Enigma y fundar la criptografía moderna). Pero si no queremos remontarnos tanto en los antecedentes de Google X, podemos situar sus orígenes en 2005, cuando Larry Page conoció a Sebastian Thrun, un profesor harto de que el sistema universitario se centrara más en publicar papers que en innovar y que estaba inmerso en aquel momento, junto a sus alumnos, en el Darpa Grand Challenge: la construcción de un vehículo autónomo capaz de recorrer 11 km a lo largo del desierto de Mojave.

Por supuesto, Thrun terminaría siendo el responsable del proyecto de Google para desarrollar un coche de conducción autónoma, de cuyo éxito hemos hablado varias veces en esta web. Más tarde, otro científico innovador fichado por Sergey Brin, el Dr. Babak Parviz, desarrollaría las Google Contact Lens y las Google Glass, antes de ser fichado hace unos meses por Amazon. Y no contentos con eso, Google X está también detrás del Project Loon, para llevar Internet al Tercer Mundo usando globos aerostáticos capaz de flotar en la estratosfera.

photo credit: tedeytan via photopin cc






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