domingo, 9 de noviembre de 2014

‘Los diez mandamientos del emprendedor’ de Antonio Manzanera

Antonio Manzanera, director de Savior Venture Capital, desembarcó en las librerías hace cuatro años con Finanzas para Emprendedores. Ahora vuelve (ya no a las librerías, sino a Amazon) con otro libro titulado Los diez mandamientos del emprendedor en el que aborda, de manera amena, los retos a los que se enfrentan día a día los emprendedores españoles y cómo solventarlos. El autor tiene una idea muy concreta de cómo deben ser los libros sobre emprendimiento: “Además de basarse en ejemplos prácticos y claros, basados en la experiencia, deben ser asequibles y contar con una extensión razonable”.

Ahora, TICbeat le ha interrogado acerca de algunos de los temas que aborda en su libro:

TICbeat.- ¿Qué es un emprendedor?

Antonio Manzanera.- Yo distingo “emprendedor” y “empresario”: el empresario es alguien cuyo proyecto empresarial está más maduro y tiene un riesgo de insolvencia menor, por lo que las probabilidades de que su empresa acabe cerrando son más bajas.

El emprendedor, por contra, está atravesando un período crítico durante los primeros tres o cuatro años de vida de su empresa. En España, La Caixa dice que siete de cada diez empresas cierra antes de cumplir el cuarto año de vida.

TB.- ¿Cómo se abusa del concepto de emprendimiento?

AM.- Más que abusar del término, lo que estamos viendo es una llamada abusiva a los ciudadanos para que emprendan, realizada por políticos que cuyo mensaje parece ser “si se te ha acabado el paro y no tienes nada que hacer, emprende”.

Esto es un grave error, porque el emprendimiento no debe nacer de la situación de necesidad del emprendedor, sino de que éste cuente con una idea de negocio capaz de dar respuesta a una necesidad del mercado y contar con un número de clientes detrás.

TB.- ¿Cuál es el papel de la Administración Pública en la vida de un emprendedor?

AM.- Lo defino con una única palabra: estorbo. La Administración, a día de hoy, existe para recaudar dinero, y tiene varias vías para hacerlo. El emprendedor puede morir sumergido en papeleo, burocracia, tasas e impuestos de nuestra Administración triplicada (nacional, autonómica y local). Parece mentira que con lo que animan los políticos a emprender, en España ser autónomo administrador te cueste 314 euros al mes, y en Francia te cueste 50.

TB.- ¿Las patentes son un objetivo a perseguir?

AM.- Lo último que tiene que hacer un emprendedor que pueda evitarlo es patentar. Las razones son varias: primero patentar es caro. Por otro lado, cuando patentas demuestras, es decir, al registrar la patente tienes que explicar qué estás patentando. Además, el hecho de patentar y mostrarte no impide que alguien te vulnere la patente cambiando cuatro cosas. Finalmente, incluso si quien te vulnera la patente lo hace con todo descaro, lo único que te queda es la posibilidad de demandarle.

Es decir: para que una patente sea útil tienes que poder defenderla, y para poder hacerlo necesitas dinero… y un emprendedor no tiene dinero. Entonces, la patente funciona para quien puede defenderla: Samsung, Apple, Sony, etc. Al emprendedor le queda, eso sí, el recurso al secreto industrial.

TB.- ¿Algún emprendedor que sea modelo a seguir?

AM.- Destacar un único emprendedor de referencia me parecería injusto. Para mí el modelo de emprendedor a seguir no es aquél que crea empleo -aunque eso se repita a menudo- ni aquel que consigue que su empresa crezca de forma gigantesca y la convierta en un cachalote (como pasó con Gowex, y mira lo que ha pasado con ese tema).

Para mí, el perfil de emprendedor digno de admiración, sin poder nombres ni apellidos, es aquél que arriesga su propio patrimonio en la empresa; no pierde en ningún momento de vista el mercado, y saben que está ahí para dar servicio a alguien: esto es, que no se centra en el producto mirándose el ombligo, sino que está haciendo lo que demanda su mercado; y, finalmente, es perserverante: cuando hay que dedicarse a buscar capital, innovar o vender, lo hace, y lo hace de forma apasionada, que es lo que marca la frontera entre el éxito y el fracaso.






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