En esta primera colaboración he querido abordar una de las preguntas que rondan por mi cabeza desde hace algunos meses como fruto de mi experiencia en el trabajo con emprendedores. Pero además, me va a permitir trazar una secuencia en modo de artículos que nos guíe por las fases de construcción de un proyecto emprendedor en un entorno de extrema incertidumbre como el que vivimos. Cuando hablo de incertidumbre no me refiero a la crisis que nos azota, sino al desarrollo de proyectos emprendedores basadas en soluciones y problemas desconocidos donde las secuencias y herramientas del siglo pasado ya no son son eficaces.
José Antonio de Miguel preside la Asociación para el Fomento de la Innovación y Cultura Emprendedora (AFICE). Colabora con Instituciones públicas y privadas en el diseño y desarrollo de programas para emprendedores.
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Pero antes de intentar contestar a la pregunta debo contextualizar su formulación. En primer lugar, partiendo de la premisa de que para mí –esto es una opinión compartida por muchos de mis colegas– una idea no vale nada. Generar ideas es fácil, muy fácil, lo realmente complicado es ejecutarlas de manera excepcional y conseguir el deseado market fit. No me refiero aquí al propio proceso de generación sino a la alineación con las necesidades, los pains, los gains y los customer jobs de quienes pensamos que van a ser nuestros futuros clientes.
Personalmente, me inclino mucho más por el trinomio problema –solución– market fit que por el tradicional binomio idea plan de negocio.
Y, en segundo lugar porque inicialmente, creo, y así trabajo en mi día a día, que los emprendedores en sus fases iniciales deben focalizar todo su esfuerzo en descubrir cuál es su modelo de negocio, en pasar de las hipótesis a los hechos en el menor tiempo posible para reorientar y afinar el modelo que están construyendo.
Para mí, por tanto un emprendedor inicialmente no debe moverse en el mundo de las posibilidades, de los ‘qués’, de las soluciones sino en el mundo de las personas, de sus circunstancias concretas y de sus problemas.
Debe activar de forma simultánea su capacidad de empatía para poder comprender los problemas que va a resolver observando la realidad y definiendo un foco de atención concreto sobre el que va a perfilar una propuesta de valor excepcional y superior a la competencia.
Aunque nos cueste salir de nuestra zona de confort, la clave no está tanto en las respuestas como en las preguntas correctas que nos debemos hacer para poder construir esa propuesta de éxito. Porque nuevas preguntas nos llevarán a nuevas soluciones y por tanto a innovar, a ser diferentes y a añadir un valor extra a nuestros clientes.
Porque en esta fase, como emprendedores debemos buscar lo deseable más que lo realizable a través de una mirada antropológica de las personas y sus necesidades.
Pero, entonces ¿cuál es la respuesta a la pregunta sobre si un emprendedor es un designer o un manager?
Para mí, en estas primeras fases no tengo ninguna duda de que un emprendedor debe ser un designer, pensar y ejecutar en modo diseño. Ser capaz de transformar sus ideas en conceptos y éstos a su vez en prototipos con los que iterar y cocrear con los que piensa que van a ser sus clientes para ir validando poco a poco sus soluciones intermedias, aprender e ir construyendo su modelo de negocio.
Tendrá tiempo, cuando el modelo de negocio esté validado, de ir transformando esas capacidades de diseño en capacidad de manager, en capacidades para gestionar recursos, información, estrategias, etc. Pero cuidado, porque también creo que sólo los emprendedores o las organizaciones con un componente de diseño en su ADN son capaces de reinventarse y de ofrecer de forma continua propuestas de valor pensadas por y para los clientes y, por tanto, convertirse en líderes de sus sectores. Pensad por un momento en Apple como paradigma de esta clase de empresas.
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